toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado, estoy como un pájaro sin luz que se ha quedado acobardado. después, qué importa del después....

el barco se esfuma en el celeste, aquella línea indivisible entre lo fresco y lo inalcanzable.
el barco, ¿qué puedo decir?
era pequeño, era blanco y negro a la vez, era luz y era sombra, era misterio y verdad, realidad en contextos paralelos. no era mío. nunca era mío.
el barco se esfuma, viaja tan lento y constante, tan predecible, tan tuyo que me dan ganas de arrancártelo de las manos para destrozarlo con los pies hasta no dejar de él más que la palabra incierta.
y, sin embargo, te miro furiosa, te miro en él, vos en él y yo acá, de este lado del mundo inaceptable, el barco no existe más para mí, en la niebla del ayer solo encuentro rastros.

y ojalá se encuentre en el triángulo asqueroso de perder, porque los binarios no pueden ser aceptados. y la locura que dejó acá, la locura que se instaló en la cabeza de rulos negros como el café, que carcoma toda imagen para irse a dormir después, y soñar con glaciares y nubes blancas y nieves de colores, hielo y lluvia a la vez, irrealidad de vos y de mí que no viajará más en esos barcos de papel que aprendí a armar para tirar a las alcantarillas.






sos tan.
(gracias emiliano martinez)

1 comentario:

frida dijo...

de vez en cuando hay que enojarse