llorando en el espejo (uno)
ciento tres libros azules, el mismo tamaño. ocho libros color ocre. uno rojo oscuro, añejado. trece poesías como cuchillos. una luz que inunda el centro de la mesa. el señor está de espaldas a mí pero se contornea. está descalzo. está desnudo. digo, no me dirige la palabra. creo que
ciento tres libros dorados. una araña de calculados cristales finos y brillantes como aquél florero en días de sol. la mesa de madera patinada, veintitrés marcas del tiempo, el ruido cuidadoso de las manos al
ocho lenguas de fuego y veinte dedos al azar intentando sostener
la estructura de luces de kermes, arnés, cien pies y ocho lenguas de fuego.
me arde la marca latente. un oasis de agua clara, el estigma de
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