un tifón que arrasa con todas las madrugadas de alertas meteorológicas y de vientos hostiles.
cuando cierro los ojos me imagino:
un globo flotador. eso, aerostático. anaranjado, quizás si me concentro hasta veo los filamentos blancos como la espuma que corren tensos desde la punta más alta hasta mi cabeza. y si no es naranja, podría tener forma de elefante y miles de brillantes para alumbrar todos los pies terrestres. imaginemos que si nos da el sol de frente, podríamos ser como la lámpara más hermosa, el astro de luz más grande, en dirección fija hacia ya sabemos.
además de la llama ardiente que me mantiene a flote, el globo volador tendrá miles de flores rojas en su interior. imágenes, claro. como mi paraguas nuevo, que en realidad es viejo porque era de mi abuela, que me hace creer que no llueven gotas sino flores de amor. entonces, cuando yo levante mi cabeza, voy a abrir los ojos esperanzados solo para ver la caída primaveral más brillante.
como el viaje es un tanto largo, la canasta flotadora va a tener una cama. el acolchado va a ser como una selva llena de palos borrachos que cambien de forma de acuerdo con la estación del año, como en la vida real. y me van a abrigar y en la mañana me van a traer miles de pájaros carpinteros que me despierten rápido para mirar la brújula y saber que seguimos a paso firme, redondos como una palta, rumbo fijo y dirección conocida.
de noche, sin la luz de mis elefantes, voy a sacar la cabeza por fuera de la canasta para ver los trenes que corren desesperados. nunca van a llegar antes que yo. ni después. porque el viaje es atemporal, es de hoy y de siempre, es hacia vos y hacia mí, es hacia el tiempo mismo que me despierte una mañana y me diga que no pasó nada todavía, que todo sigue así, que todo avanza, que estamos detenidos, que mejor llego pronto para sacudirte.
cuando cierro los ojos me imagino:
un globo flotador. eso, aerostático. anaranjado, quizás si me concentro hasta veo los filamentos blancos como la espuma que corren tensos desde la punta más alta hasta mi cabeza. y si no es naranja, podría tener forma de elefante y miles de brillantes para alumbrar todos los pies terrestres. imaginemos que si nos da el sol de frente, podríamos ser como la lámpara más hermosa, el astro de luz más grande, en dirección fija hacia ya sabemos.
además de la llama ardiente que me mantiene a flote, el globo volador tendrá miles de flores rojas en su interior. imágenes, claro. como mi paraguas nuevo, que en realidad es viejo porque era de mi abuela, que me hace creer que no llueven gotas sino flores de amor. entonces, cuando yo levante mi cabeza, voy a abrir los ojos esperanzados solo para ver la caída primaveral más brillante.
como el viaje es un tanto largo, la canasta flotadora va a tener una cama. el acolchado va a ser como una selva llena de palos borrachos que cambien de forma de acuerdo con la estación del año, como en la vida real. y me van a abrigar y en la mañana me van a traer miles de pájaros carpinteros que me despierten rápido para mirar la brújula y saber que seguimos a paso firme, redondos como una palta, rumbo fijo y dirección conocida.
de noche, sin la luz de mis elefantes, voy a sacar la cabeza por fuera de la canasta para ver los trenes que corren desesperados. nunca van a llegar antes que yo. ni después. porque el viaje es atemporal, es de hoy y de siempre, es hacia vos y hacia mí, es hacia el tiempo mismo que me despierte una mañana y me diga que no pasó nada todavía, que todo sigue así, que todo avanza, que estamos detenidos, que mejor llego pronto para sacudirte.
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