necesitás un bastón blanco, cieguita

y claro, señor, para lo que hay que ver.
para verlo a usted, con esa cara de miseria, prefiero cerrar los ojos y pretender que ni lo escucho mientras me grita desde el otro lado del mundo.
porque usted está, literalmente, en la otra punta del hemisferio más alejado, habla un idioma que yo no comprendo, que ni quiero entender, que me gustaría despreciar aún más.
y claro que necesito un bastón blanco, pero usted necesita conciencia, necesita un filtro que le borre todas las palabras hirientes de la memoria a corto plazo, porque las que acarician el corazón ya las desterró, como si fuera un déspota de la lengua.
y sí, estoy ciega y me choco personas como usted todo el tiempo, o quizá solo lo estaba ignorando y usted quería llamar la atención y entonces era preferible humillarme a los cuatro vientos y la pasividad no servía ni para llorar en silencio.

espero nunca volverme a cruzar con tan mal ejemplo de lo que somos, porque las palabras lastiman, aún cuando las escupe un desconocido a las once de la mañana un día lunes del terror en el medio de la calle florida de la muerte.

encima, con el calor que hacía...
las cosas que hay que oir.

3 comentarios:

Luna dijo...

Es extraño como ciertas cosas nos golpean tan fuerte. Momentos de agresividad a los que somos sometidos por desconocidos y que siguen retumbando en nuestras cabezas todo el día.

Besos

Patricio Lisandro Ortiz dijo...

Estamos todos locos.

Y si, tengo blog ahora.

g. dijo...

Me gusto, este, tu texto.

Realmente lo disfrute; aunque no puedo decir nada de lo que pienso porque se me fue...

Lindo texto.