me aplastaron.
quedé irónicamente pequeña ante tanta dictadura de las palabras.
se me vinieron encima como montañas de colocaciones, la norma en todo su esplendor.
y yo indefensa, preguntándome por qué no me había quedado durmiendo ese día, en vez de pararme frente al paredón con los ojos vendados hasta escuchar el resonante "abran fuego".
y así fue, nunca un segundo de piedad.
si tan solo supieran...
y luego las lágrimas, fiel reflejo de lo débil.
no hay escondite, solo un pensamiento entre aguas peligrosas, verdades calladas.
apuesto a que si cierro los ojos se desvanece aquél mundo capitalista que me lleva a cometer errores de sentido.
sí.
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